No veo, confieso que no enfoco de cerca, las gafas se han convertido en mis enemígas íntimas. Conmigo a todas partes recordándome que el tiempo por mucho que quiera seguir manteniendo a la niña que llevo dentro, pasa.
Entro en este pobre blog abandonado a su suerte hace ya muchos años, los enlaces a mis amigos, esos que me cantaban y susurraban en complicidad, la mayoría rotos. Buika, Armstrong, Diana Krall...
Mis blogs amigos han desaparecido...
Mi alma tiene presbicia. Han sucedido tantas cosas en el último año que parece imposible que sólo haya tenido 365 días, 8760 horas, 525600 latidos de corazón.
La vida placentera que parecía estancada en un eterno paraíso ha comenzado agitarse, quizás la inercia de los tiempos que nos tocan vivir, o tal vez la consecuencia lógica de que nada es para siempre.
VIVO con mayúsculas un caos en equilibrio, o equilibrio en mi caos.
Tal vez sea la hora del desnudo y la niña sale en todo su esplendor, o es el adulto que lucha por que asuma una realidad que me niego aceptar.
Si, mi alma tiene presbicia, desenfoca la existencia, está cómoda en la nebulosa distorsionada y ahí va a seguir debatiéndose entre la cordura y la locura.